Filtraciones: mejor prevenir que curar

Filtraciones: mejor prevenir que curar

Uno de los problemas más comunes a los que los propietarios de una vivienda se suelen enfrentar son las filtraciones en el edificio. Estas filtraciones aceleran el deterioro  de los componentes de la fachada, destruyen la resistencia de los materiales, dañan el interior de los componentes y contenidos de la construcción y provocan la formación de moho en la estructura, lo que supone una serie de problemas adicionales que pueden derivar en goteras, desprendimientos y humedades.

A pesar del impacto que puedan tener las filtraciones sobre los ocupantes del edificio o la funcionalidad del mismo, no siempre se les presta suficiente atención; únicamente cuando hay un verdadero problema es cuando se decide actuar. Y en ese momento, el daño ya está hecho. Como resultado, los costes de reparación son más elevados, puede suponer inactividad en una empresa, desalojo momentáneo de unas viviendas y daños en la estructura interna y externa más o menos reparables.

¿No será mejor prevenir que curar?

Mantener un edificio en buenas condiciones desde el principio no es tarea difícil si se consulta y se trabaja con profesionales. Existe un doble enfoque frente a este problema tan común: inspecciones periódicas y reparaciones/rehabilitaciones cuando se requieran.

El mantenimiento de un edificio y de las filtraciones no es una tarea que se hace una sola vez y ya está. Supone un esfuerzo continuo, ya que son muchos los factores externos que diariamente influyen en la estructura y los materiales: cambios de temperatura, humedades, ciclos de hielo y deshielo y exposición continua. Incluso el uso diario de un edificio provoca filtraciones, ya que hay zonas como baños y cocinas, en las que el agua circula de forma constante y con los años, se pueden dar fugas y filtraciones.

¿Por dónde empezar?

Llevando la contraria al dicho popular, empezaremos por el tejado, ya que es la fuente de la mayoría de filtraciones de un edificio. Debido a la combinación de luz solar, temperaturas extremas y humedad, los tejados están bajo un constante ataque. Se deberían programar, al menos, dos inspecciones anuales para evaluar los desperfectos: una vez en primavera después del frío del invierno, y a principios de otoño, justo al acabar el calor del verano.

También se debería realizar controles en casos de inclemencias meteorológicas extremas, como fuertes vientos o tormentas.

A su vez, las paredes tienen la función de barrera a las filtraciones de agua (y de aire). Y aunque la mayoría de materiales usados en la construcción la hacen resistente a estas filtraciones, la realidad es que pocos o casi ninguno de ellos son impermeables. Por ello, aunque no se presente ninguna rotura visible en la estructura, siempre existe un peligro exponencial a filtraciones.

Asimismo, en estas paredes exteriores existen puntos como ventanas, puertas, juntas y zonas de paso de cableado eléctrico que representan aperturas al exterior que facilitan la entrada de agua al edificio.

Además, el uso de materiales de relleno inestables en los suelos y fundamentos pueden causar asentamiento y grietas que permitan el acceso del agua. Un inadecuado drenaje del tejado o terrenos mal graduados en las inmediaciones pueden empeorar la gravedad del problema.

Asegurar una instalación de calidad, proporcionar un mantenimiento constante al tejado y a la estructura general del edificio, y detectar de forma prematura los problemas que puedan surgir mediante inspecciones pueden ayudar a prolongar la vida del tejado. Cuánto más vieja es la construcción, más problemas puedes tener. Sin embargo, es cómo abordamos estos problemas lo que va a determinar el destino y el futuro de nuestro tejado.

No dejes que un pequeño problema derive en algo mayor. Es lo mejor para ti y para tu bolsillo.

 

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